El refranero y las coplas han educado a varias generaciones
03 diciembre 2018 |
El refranero español es terrorífico como síntoma social de lo que era España hasta hace nada. Y mucho me temo que con la boca chica quizás hayamos cambiado, pero a la hora de la verdad, siguen manteniéndose, no ya en el lenguaje, sino en la vida cotidiana, unos hábitos y unas perspectivas de género que relegan a las mujeres a un puesto secundario y dependiente.
La pasada semana, un compañero tuvo que llamar a varias señoras para convocarlas a una entrevista y resultó que, en el 90% de los casos, era el marido quien controlaba el teléfono móvil, atendía las llamadas a su mujer e incluso decidía por ella si iría o no a la entrevista. Eran hombres que parecían apuntarse a la doctrina mantenida por otro refrán español: «A la mujer, en casa, nada le pasa».
En una de las llamadas, el marido llegó a preguntar a mi compañero si podía acompañarla él y como le dijo que a la entrevista no podía entrar nadie, el esposo respondió que no lo veía. Y aquí nos viene a la memoria otro refrán: «De la mujer, el tiempo y la mar, poco hay que fiar». No, no es fácil escapar a la presión de 500 años de refranes despreciativos y brutales como ese que dice: «Las mujeres son como las uvas, las peores para pisarlas y las mejores para colgarlas».
Nuestra memoria sentimental está hecha a base de coplas y cantares tremendos como aquellas 'peleas de broma' de Juanito Valderrama y Dolores Abril. «Para cuidar esta rosa, tú eres poco jardinero, tu cariño no lo quiero, eres muy poquita cosa, solo se te ve el sombrero», empezaba cantando Dolores y respondía Juanito: «Si yo soy poquita cosa para ser tu jardinero, hay quien parece una rosa siendo un cardo borriquero, apúntate esa, preciosa». Pero la cuestión se iba calentando y las últimas coplillas de Valderrama serían hoy delito, aunque hace pocos años hacían mucha gracia estos cantares sobre hombres que tiraban a la mujer «al río con una piedra en los pies». La última copla de 'peleas de broma' era espantosa: «No reñirle ni pegarle a la mujer, aunque sea mala, cogerla por el pescuezo con mucha fuerza apretarle, se quita del mundo un hueso». Para rematar el razonamiento de que quien bien te quiere te hará llorar, el cante acababa con una confesión de Juan a Dolores: «Vivo para quererte desde que te conocí».
De acuerdo, no eran más que coplas de otra época, pero el mensaje calaba y cambiar la memoria sentimental de un país resulta muy difícil porque, popularmente, entran más hondo una copla o un refrán que un razonamiento o una explicación.
A las directoras de orquesta les preguntan cómo se visten para dirigir, pregunta que jamás le harán a un director. Si una mujer no se casa, se sigue diciendo que se va a quedar para vestir santos mientras que el hombre, volvemos al refranero: «Solterón y cuarentón, qué suerte tienes ladrón». Aunque las buenas amas de casa, ya lo decía Fray Luis en 'La perfecta casada', no deben preocuparse por su futuro según este dicho popular español: «Mujer que guisa, se casa aprisa».
Padres que regañaban a los hijos si se levantaban a quitar la mesa, que no dejaban salir de casa a las hijas hasta que tenían arreglado su armario y el de su hermano, que daban más paga los sábados al muchacho que a la muchacha. No es fácil superar un pasado tan discriminatorio ni una educación sentimental tan machista. Otro refrán lo resume todo, también es despreciativo con lo femenino, pero cambiaremos la zorra original por el macho: «El zorro cambia de pelo, pero no de costumbre».