Dicen que a quien le espantan los gusanos no le asustan las ratas
18 octubre 2018 |
Pasó el verano con sus novelas relajantes, sus comidas a todas horas, sus tintos con gaseosa y sus cañas, engordé cinco kilos en agosto y, ya en septiembre, subiendo a la Montaña y desayunando kéfir, comiendo un par de veces a la semana purificante caldo de apio y cenando tofu, adelgacé cuatro kilos. Y llegó el momento de ir a visitar a mis padres a Ceclavín. Pasar con ellos un fin de semana en el campo es igual a engordar dos kilos y a tirar por la borda los esfuerzos de un mes conteniendo el colesterol, el azúcar y los triglicéridos. Pero los padres son los padres y si hay que engordar por amor, se engorda.
Así que llegamos a Ceclavín, salimos del coche, la visión de la ermita, el olivar y la dehesa nos relajó de manera fulminante, besos, saludos y entrega de regalitos: un queso de Acehúche y un salchichón ibérico. Porque antes de llegar al pueblo de mi madre, nos habíamos detenido en La Chanclona, en Acehúche, a comprar dos kilos de filetes de cabezada, otros dos kilos de lomo, unas costillas y los 'regalitos' para ir abriendo boca.
Pero habíamos quedado en que ya estábamos en Ceclavín, habíamos abrazado a mis padres y, tras dejar el equipaje (estos viajes son tan desenfadados que en vez de llevar la muda y el cepillo de dientes en una maleta, los arrojo a una bolsa del 'Carrefú')... Pues eso, que nos acomodamos y mi mujer fue directamente a la nevera para husmear y descubrir unos platos con pimientos asados de la huerta paterna, un bol lleno de chanfaina de un cordero matado la tarde anterior, un chuletón de un kilo, traído desde Zafra por mi hermano Carlos, una jarra de gazpacho de poleo...
En su investigación, al tiempo que se relamía golosa, mi mujer reparó en un 'tupper' herméticamente cerrado con algo sonrosado en su interior. Intrigada y haciéndosele la boca agua, lo abrió esperando que contuviera filetes de pollo campero o suaves dados de hígado de cordero. Pero no era así. Es más, puso cara de espanto, pegó un grito y anunció que se iba de casa. Lo han adivinado: aquel recipiente contenía lombrices y gusanos vivos, que son utilizados por mi padre para pescar tencas en las numerosas charcas de Ceclavín.
Mi mujer es muy impulsiva y su primera reacción suele ser tremenda, pero luego se asienta, medita y atempera sus decisiones. Así que no se fue de casa, pero comió muy poco durante el fin de semana y, desde luego, nada que hubiera estado cerca del 'tupper' de las lombrices. Ella se lo perdió porque de aquel frigorífico fueron saliendo platos sabrosos que me han llevado a engordar dos kilos pues, como ya les he contado incluso con fotos, he llegado a comer gusanos y grillos para detallarles su sabor en esta página.
Así que, mientras mi mujer tiraba de congelados, quesos, embutidos, helados y dulces, que no habían estado cerca de la fauna doméstica del pescador de charcas, yo daba buena cuenta de una chanfaina ceclavinera, que, como saben, es igual que la de Cedillo, pero distinta de la de Alcántara o Fuente de Cantos, bebía gazpacho verde de poleo, disfrutaba del chuletón madurado y lo acompañaba todo con pimientos en ensalada. Y los gusanos, para las tencas y las novelas.