Las investigaciones de la primatóloga Luz Irene Loría aportan nuevos datos sobre el comportamiento del mono cariblanco y de la percepción de los agricultores hacia esta especie.
10 junio 2020 |
Durante su adolescencia, su fascinación por los primates fue escalando. Se convirtió en una ávida lectora de la revista National Geographic, a través de la cual conoció más sobre el trabajo de la Dra. Jane Goodall con los chimpancés en Gombe, África. “Me llamaba mucho la atención el parecido de los primates con nosotros, los humanos”.
Al momento de escoger una carrera, pensó en una que se relacionara con los bosques, ya que son el hogar de los primates. Estudió, entonces, Ingeniería en manejo de cuencas y ambiente, en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Panamá, y posteriormente, se involucró con la primatología durante sus estudios de maestría.
En 2013, el Dr. Pedro Méndez Carvajal, director de la Fundación Pro Conservación de los Primates Panameños, le permitió trabajar en un proyecto con la fundación para realizar su tesis de Maestría en Áreas Silvestres y Conservación de la Naturaleza, título que obtuvo en la Universidad de Chile. Así nació el “Proyecto de conservación del mono cariblanco en agroecosistemas”, en el cual Luz Loría es la investigadora principal.
“Me di cuenta de que la provincia de Chiriquí solo contaba con el 16% de su superficie cubierta de bosques y que los remanentes de bosques que se encontraban fuera de las áreas protegidas estaban bajo un régimen de propiedad privada y la mayoría de los dueños eran agricultores. Entonces, me hice varias preguntas: ¿Los monos cariblancos utilizan los bosques ribereños que se encuentran en las fincas?’ ¿Utilizan los árboles que dan sombra a los cafetales, o los árboles de las cercas vivas?”
Además, la científica encontró que había muchos estudios sobre esta especie en Costa Rica, pero al buscar en Google estudios similares realizados en Chiriquí, solo aparecían uno o dos estudios de la década de 1970, llevados a cabo por norteamericanos. “Decidí, entonces, estudiar al mono cariblanco para llenar el vacío de información sobre esta especie en Chiriquí”.
ETNOPRIMATOLOGÍA
En 1997, el antropólogo Leslie Sponel acuñó el término “etnoprimatología” pero no fue hasta inicios del siglo 21 que comenzaron a aumentar las investigaciones primatológicas bajo este enfoque. Se trata del estudio de las diferentes formas en que los primates y el ser humano ser relacionan, reconociendo que ambos coexisten en ecosistemas dinámicos y que sobrelapan sus hábitats y entornos donde viven.
“La etnoprimatología también busca enriquecer la conservación a través de una visión más integral, donde los humanos también son objeto de estudio dentro de las investigaciones sobre primates silvestres”, explica la magíster Loría.
En países como Panamá, esta disciplina es relevante, considerando que a, nivel nacional, es casi imposible no encontrar bosques que sirvan de hábitat a primates y que no tengan algún grado de intervención humana.
“Si nos interesa realizar un censo poblacional [de primates] en Darién, no podemos dejar de lado que en ese bosque viven etnias indígenas que aprovechan los recursos forestales y eso impacta en las poblaciones de primates. Si nos vamos a Chiriquí, la mayoría de los primates utilizan entornos que han sido modificados por el ser humano, viven en paisajes con bosques fragmentados, y su comportamiento está influenciado por perturbaciones humanas constantes”, indica Loría.
Además, la manera en que los primates utilizan los espacios modificados por el ser humano, influye en las actitudes que las personas puedan tener sobre estos animales.
“Al estudiar cómo las personas y los primates se relacionan, podemos formular estrategias de educación y conservación, sin llegar a imponer planes basados solo en la ecología del comportamiento de los primates”.
Los monos cariblancos (‘Cebus imitator’) viven en grupos y son omnívoros. En su tesis de maestría, Loría encontró que las plantaciones de café bajo sombra, como tienen árboles nativos de consumo para los monos cariblancos, permiten a este primate incluir estos sitios dentro de su ámbito hogareño y mantenerse en el agroecosistema cafetalero. El mono cariblanco usa los árboles de sombra, principalmente, como fuente de alimento.
Este hallazgo refuerza que las iniciativas de conservación del mono cariblanco en agroecosistemas cafetaleros pueden dirigirse hacia la formulación de alternativas de producción que resalten el arbolado asociado con el café.
En ese sentido, es clave la participación de los productores cafetaleros para la conservación de esta especie, pero también es fundamental, evaluar la percepción que los agricultores tienen sobre el mono cariblanco y su interacción con los cultivos.
Actualmente, Loría es estudiante del programa doctoral en Ciencia del Instituto INECOL de México y como parte de su investigación doctoral, estudia, precisamente, las percepciones que tienen los agricultores sobre el mono cariblanco, que consume maíz de sus cultivos, y qué métodos aplican para evitarlo, con el fin de identificar si hay algún conflicto.
Adicionalmente, usa cámaras trampa en parcelas de maíz, para estudiar el comportamiento del mono cariblanco en estos entornos agrícolas. Por ejemplo, con qué frecuencia llegan a consumir maíz, en qué horarios, cuántas mazorcas consumen y si este comportamiento se observa con mayor frecuencia en épocas con menor disponibilidad de frutos silvestres en el bosque.
Pese a que los agricultores reconocen que el consumo de maíz por parte de los monos cariblancos ha disminuido en los últimos 20 años, todavía perciben a estos animales como dañinos.
“Hasta la fecha, hemos identificado que los productores de las comunidades de la subcuenca del río Caisán, Cañas Gordas y Cerro Paja, en el distrito de Renacimiento, perciben al gatosolo como el animal que más consume maíz y el que más daño produce al cultivo, y al mono cariblanco como el segundo o tercer animal más dañino”.
“Ya no los matan con tanta frecuencia como lo hacían hace 20 o 40 años, pero hay ciertas prácticas que pueden ser potencialmente letales para los monos. Por ejemplo, algunos productores envenenan guineo para que los gatosolos no coman maíz, y aunque los agricultores nos dicen que los monos no comen veneno, ignoramos si los monos pueden estarse viendo afectados indirectamente”.
Los monos cariblancos bajan al suelo e ingresan a los cultivos de maíz en horarios donde no hay presencia de agricultores y en zonas sin vigilancia constante. Pueden demorar hasta una hora en los cultivos aprovechando los recursos de este entorno.
“También hemos registrado una mayor frecuencia de visitas a las parcelas de maíz en época lluviosa, cuando hay menos disponibilidad de frutos silvestres en el bosque, sin embargo, aún nos faltan algunos muestreos para concluir mejor al respecto”.
PLANES
Como muchos científicos, Luz Irene Loría no ha podido salir a campo debido a la pandemia de COVID-19. “No se sabe todavía cómo sería la respuesta inmune de los monos ante este nuevo virus y si podemos ponerlos en riesgo”.
Mientras, trabaja en artículos científicos para publicar sus hallazgos y espera continuar el monitoreo con cámaras trampa cuando pueda volver al bosque, para fortalecer el análisis de los datos del comportamiento de los monos en parcelas de maíz.
“A mediano plazo, pensamos enriquecer el hábitat de los monos cariblancos en los sitios de estudio, así que mientras estemos ingresando a la nueva normalidad, esperamos producir algunos plantones en viveros”.
Loría aprovecha las redes sociales para divulgar su trabajo e incentivar al público a participar en actividades virtuales. El Festival de primates chiricanos, que tenía planeado, no se podrá realizar debido a las restricciones para realizar eventos, pero en la cuenta de Instagram @festival.primateschiricanos tendrá transmisiones en directo, el 11 de junio, sobre los monos cariblancos y los cambios estacionales extremos; y el 25 de junio, sobre el mono araña colorado, en peligro crítico.
La científica concluye con un mensaje sobre el turismo responsable: “No se debe alimentar a los monos ni a otros animales silvestres porque esto conlleva afectaciones importantes para la nutrición y salud del animal. En el caso de los monos cariblancos, cuando se acostumbran a obtener alimento fácilmente de los turistas, dejan de buscar alimento en el bosque y esto puede tener consecuencias ecológicas, ya que ellos son dispersores de semillas”.