El juguete sexual que ha puesto en evidencia la misoginia en el CES 2019 y la industria tecnológica

a empresa Lora DiCarlo diseñó el Osé, al que le fue retirado el premio a la innovación en la conferencia CES 2019

24 enero 2019 |

Un masajeador personal, un contador casero de espermatozoides, pornografía en realidad virtual y algo descrito como “el primer juguete sexual que funciona con un libro electrónico”: todos estos productos han sido exhibidos en CES, la mayor exhibición de aparatos electrónicos para el consumidor. Dos de ellos fueron premiados por los organizadores.

Por eso Lora Haddock se sorprendió cuando le retiraron el premio a la Innovación CES 2019, tres semanas después de otorgárselo. Su producto Osé, un juguete sexual de manos libres que ella diseñó con un equipo de ingenieros de la Universidad Estatal de Oregón, había sido anunciado como uno de los galardonados en noviembre. Pero en un correo electrónico que explica el cambio de parecer —el cual Haddock compartió con The New York Times— un representante del congreso citó una cláusula de los términos y condiciones de los premios donde se descalifican productos que se consideran “inmorales, obscenos, indecentes y profanos o que no cumplen con la imagen de la CTA”. (CTA es la Asociación de Tecnología de Consumo, que dirige la CES).

“Me sorprendió”, dijo Haddock, de 33 años, “y luego me molestó”. La premiación original había sido “un giro a favor de la inclusión”, dijo. “Pero después lo que dieron a entender es que: ‘No, de hecho, eres obscena, indecente e inmoral, y no eres innovadora en absoluto’”.

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La CES recibe en promedio a 180.000 asistentes de todo el mundo y suma más de 100.000 menciones en medios de comunicación especializados cada año, de acuerdo con su propio conteo. Para compañías emprendedoras como la de Haddock, participar en el congreso es fundamental para atraer inversiones. Incluso es mucho más importante para las empresas dedicadas al bienestar sexual pues, por su naturaleza, tienen dificultades para anunciarse en revistas, espacios públicos y plataformas como Facebook.

Haddock, quien antes trabajó en el sector de servicios de salud y estuvo en la Armada estadounidense, es fanática del estudio de la anatomía. Es por ello que desde un inicio buscó que su producto fuera personalizable, lo cual la llevó a reunir información sobre la ubicación del llamado punto G y del clítoris en distintos cuerpos. A todas sus conocidas con vagina, dijo, les pidió “literalmente que midieran la distancia con la mano y una cinta métrica”.

Y en 2017, poco después de establecer su compañía, llamada Lora DiCarlo, buscó a John Parmigiani, director del laboratorio de prototipos de la Universidad Estatal de Oregón, porque para su producto necesitaba 52 componentes de ingeniería. “Entré a la reunión sin idea de cuál era el producto y creo que la tercera oración que dijo Lora fue algo como: ‘No tuve mi primer orgasmo mixto hasta los 28 años’. Pensé que era algo fuera de mi zona de confort, pero que no tenía nada de malo”, dijo Parmigiani.

Osé, que estaría a la venta a finales de este año en Estados Unidos por un costo de 250 dólares, se expande de acuerdo con la preferencia de la usuaria una vez que se coloca en la cintura pélvica, para proveer estimulación externa e interna en simultáneo (de ahí que Haddock discutiera un orgasmo mixto con Parmigiani). Osé no vibra, sino que realiza movimientos suaves y autónomos, además de generar un flujo de aire para aumentar la estimulación.

Osé tiene ocho registros de patente pendientes de aprobación y fue creado por un equipo que incluye a la experta en robótica e inteligencia artificial Ada-Rhodes Short y a Lola Vars, doctoranda de la Universidad Estatal de Oregón enfocada en ingeniería mecánica.

Pese a ese proceso de desarrollo, los funcionarios de la CES y de la Asociación de Tecnología de Consumo después dijeron que —más que la afirmación inicial sobre que el producto contraviene la cláusula de moralidad— el galardón le fue retirado a Osé porque no encaja en la categoría de robótica y drones ni con ninguna otra de las categorías existentes para la premiación de productos.

“No cabe duda que [Osé] es un producto robótico. No hay justificación: Lora DiCarlo merecía el premio”, dijo Parmigiani.

En una declaración a The New York Times, Gary Shapiro, presidente y director ejecutivo de la Asociación de Tecnología de Consumo, afirmó: “Nos disculpamos con la directora general Lora Haddock por nuestro error, ya que el producto de Lora DiCarlo no coincide con ninguna de nuestras categorías existentes y no debió haber sido aceptado en el programa de los Premios a la Innovación. CES es una feria empresarial profesional; la pornografía, los juguetes sexuales y los productos de tecnología sexual no son parte del evento. La CES es una feria con más de 4500 expositores. Reconocemos que hay inconsistencias en las compañías que se presentan y las resolveremos”.

Pero Haddock cree que lo que sucedió se debe a algo más que una omisión accidental o un error administrativo.

El martes 8 de enero, el primer día del congreso, publicó una carta en la que acusó a la CES de discriminación por género.

No se trata de la primera vez que la feria comercial recibe acusaciones de falta de diversidad. En 2018, una gran cantidad de personas de la industria criticaron a la CES por no incluir en sus principales conferencias a ponentes mujeres durante dos años consecutivos, una omisión que la asociación atribuyó a que hay un “grupo reducido de mujeres que ostentan puestos de ese tipo” en el sector.

Para la conferencia de este año la deliberación para los premios a la innovación corrió a cargo de 89 jueces, de los cuales veinte fueron mujeres. Los organizadores del congreso se dijeron comprometidos con la diversidad y recalcaron que este año se anunció una futura inversión de 10 millones de dólares en negocios de emprendimiento y financiamiento enfocados en mujeres, personas no blancas y otros empresarios y compañías que no suelen estar representados en la industria tecnológica.

En la edición 2019 de la CES se exhibieron varios productos orientados a las consumidoras, incluidas bombas sacaleche, sistemas para llevar un registro de la fertilidad y herramientas para el cuidado de la piel. Sin embargo, los críticos señalan que muchos de estos productos tienen como propósito que las mujeres atiendan las necesidades de otros o cuiden de alguien más. “Están al servicio de la fertilidad, de la sociedad en conjunto y del hogar”, dijo Lola Vars, la directora técnica de Lora DiCarlo.

A otros productos de bienestar sexual pensados para las mujeres les ha sucedido lo mismo que al de Haddock.

En 2015, los encargados de la CES le dijeron a Karen Long —quien se ha dedicado a las tecnologías en el ámbito de la salud durante más de veinte años— que Fiera, el dispositivo de su compañía para mejorar la libido, no calificaba en la categoría de salud y tecnología. En un correo electrónico que recibió más tarde de parte de los organizadores del congreso le dijeron que “como regla general”, la CES no acepta “productos para el bienestar sexual”.

Liz Klinger, directora ejecutiva de Lioness, que fabrica un vibrador inteligente que recolecta información acerca de la excitación sexual, recibió una respuesta similar. (Solicitó su participación en la CES de 2017 y fue rechazada). “Dijeron que no incluirían ningún producto nuevo para adultos en este espacio”, afirmó Klinger. “Mencionaron que habían tenido malas experiencias en el pasado y que no querían productos nuevos en exhibición”.

Más tarde se enteró de que a otro solicitante le permitieron alquilar una sala completa para exhibir pornografía en realidad virtual.

“Estamos hartas de esto”, dijo Haddock. “No se trata solo de nuestro producto, sino de algo más grande. Se trata de aceptar y comprender de verdad la sexualidad humana, de reconocer la innovación. Cuando calificas un objeto como obsceno solo porque está relacionado con una vagina, la tecnología como industria es la que sale perdiendo”.


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