19 octubre 2019
Mi historia empezó hace 16 años, pues si hace mucho, ¿y saben qué? Aún duele, hay noches en las que lloro, pero entendí que eso no me hace débil, sino que me fortalece, ya que me permite tomar oxígeno, liberar lo que siento y seguir adelante. Pero eso no me fue fácil entenderlo, tomó mucho tiempo, realmente mucho, muchas lágrimas, remordimientos, pero luego de muchos años aquí estamos.
Antes de contarles como empezó mi travesía, quiero decirles a los papás que no están solos en esto, somos muchos en este camino, sentirte débil de vez en cuando no es malo pero NUNCA pierdas el norte que hay un ser hermoso que te necesita fuerte, así que seca esas lágrimas y sigue adelante pero no te dejes de llorar si esto te reconforta, pero hazlo para ti porque recuerda que alguien ve tu fortaleza y se la contagias.
Hace 16 años, quedé embarazada, una noche sentí dolores y fui al hospital, sabía que por la cantidad de meses no debía dar a luz, así que no fui preparada, allí trabajaba una amiga, fui confiada, pero como no controlo el destino ella no pudo atenderme y me atendió un estudiante de medicina, yo era novata y confiaba en lo que los doctores dijeran, ya era de por sí mucha información decirme que daría a luz. Me pusieron un enema, me mandaron al baño y justo allí mi vida cambió, conocí a mi hija en medio del baño del hospital, resumiré la escena para no ser tan gráfica, se golpeó con el inodoro y como el universo quería estremecer mi mundo esa noche, tembló por lo que la sala estaba revuelta y nadie escuchaba mis gritos, por lo que me tocó caminar con ella entre mis piernas y montarme sola en una camilla y luego de eso no supe más hasta los próximos días que salí del hospital y pude ir a verla.
El camino a sido largo y no por la cantidad de años, sino por la cantidad de experiencias que me han fortalecido, por momentos me he sentido debilitada, pero al verla, me inyecta una energía que mi cuerpo no tiene en el momento.
Podría contar muchas historias, pero esta es mi manera de dar un paso más a la sanación, a la tranquilidad y a darme ánimos cuando las fuerzas se apagan por pasar por momentos difíciles que a veces nos llenan de negatividad.
Pero siempre he sentido en este camino complicado, que a los papás nos toca de alguna manera reconfortarnos solos, darnos la palmadita en la espalda y decir tú puedes, o por lo menos en este tiempo, no he encontrado un grupo de apoyo formal que motive a los padres, que nos guíe cuando recién iniciamos y no sabemos a qué nos enfrentamos.
Esta es la primera de mis historias que espero te ayuden a sanar y si quieres contarme las tuyas y eso te ayuda a sanar, son bien recibidas. El camino de la vida no es fácil, pero saber que si me caigo habrá quienes me ayuden a levantarme y limpiar mis rodillas hace la travesía más llevadera.