02 octubre 2017
Después de 14 años del diagnóstico de mi hija, aún siento miedo, a veces lloro por las noches o después de cargarla porque siento que me quedo sin fuerzas y no lloro de tristeza, esa etapa la superé, lloro porque no seré eterna, porque quisiera ser extremadamente fuerte y no sentir dolor al tratar de ayudarla y es permitido hacerlo, eso no nos hace quererlos menos, esto nos libera y nos permite llenarnos de fuerzas, oxigenar el alma, sin embargo, debes tus secar las lágrimas y continuar.
No te obligues a ser fuerte, de vez en cuando sentarte y desbordarte en lágrimas es bueno, si te permitirá continuar renovado.
Aún recuerdo cada segundo del día de su nacimiento y hoy puedo decir que ese momento me hizo más fuerte, aprendí a valorar cada mínimo instante de la vida, a apreciar cada avance de mis hijas, disfruto cada segundo porque sé que en un instante tu vida cambia y no siempre parece ser para bien pero cuando todo parece oscuro, si realmente ves dentro de las sombras encontrarás la oportunidad de crecer, aprendí que mis problemas no son tan grandes como parecen, vencer el monstruo del miedo es posible porque a éste realmente lo alimentas TÚ.
No escogemos estar en medio de situaciones difíciles pero debemos decidir salir de ellas y hacerlo. Aprender a brillar en medio de la tormenta es necesario!